sábado, 25 de diciembre de 2010

"EL TONTITO" - EMOCIONANTE CUENTO DE NAVIDAD

El cuento que transcribo a continuación, fue contado por mi profesor de Ministerio Pastoral: Roberto Velert. A él agradezco hacérmelo escuchar. Me he permitido adaptarlo y reescribirlo para los lectores, estoy seguro de que disfrutarán con la esencia de esta historia. Disfrutadlo y ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
Érase una vez, en uno de esos pequeños pueblos de España, que vivía un niño llamado Ramón, aunque casi nadie le llamaba por su nombre, porque todos le decían “el tontito”. Y es que Ramón  era un niño con problemas, quien sabe por qué causa, era mucho más lento en aprender que los demás.
“Soy Ramón”, replicaba el niño cuando alguien le decía: ¡Eh, tú, tontito!”
Pero lo que más le dolía era cuando jugaban al fútbol y a la hora de pedir, siempre se quedaba el último y nadie le quería en su equipo. “¿Puedo hacer de poste?”. Suplicaba entonces Ramón, en su ansía de jugar.
Como ocurre cada año, llegó la Navidad y como sucede en muchos lugares, en aquel pueblo iban a representar el nacimiento de Jesús. Todos estaban entusiasmados.
También Ramón quería participar y a la maestra le dio ternura verlo con tanta emoción, pero, conociendo a Ramón sabía bien que el niño sería incapaz de aprender ningún diálogo, por eso le dijo:
“Harás de palmera, Ramón. La que está junto al pesebre, muy cerca del niño Jesús”
Los ojos de Ramón se iluminaron, y hasta dejaron escapar una lagrimilla de emoción: ¡¡Iba a estar junto a Jesús!!
Durante quince días practicó estirando sus brazos, ensayando la mejor forma de desplegar las ramas para abrigar con ellas a Jesús.
Pero, dos días antes de la representación uno de los niños, el que iba a hacer de posadero, enfermó.
¿Quién podrá sustituirle?, se preguntaba inquieta la profesora.
Reunió al consejo escolar y les explicó que la única opción que veía era prescindir de la palmera y que Ramón fuera el posadero.
“Estropeará la obra”, replicaron casi todos.
Sólo dirá tres palabras, tranquilizaba la maestra: “No hay sitio”.
“Aún así, insistían, no podrá con tres palabras.
Pero la profesora, movida por la misericordia, arriesgó. “Lo hará bien, no os preocupéis”.
“Ramón, escucha: serás el posadero. Cuando vengan María y José, como tu posada está llena, sólo tienes que decir: No hay sitio”.
“No hay sitio” repetía Ramón caminando por la calle, y mientras comía y al cepillarse los dientes y también mientras dormía… “no hay sitio… no hay sitio…”
Llego el día de la obra, y el teatro estaba a reventar; hasta había gente de pie. Todo discurrió bien hasta que María y José llegaron a la posada, “¡Oh, no, Ramón!”, dijeron algunos padres cuando el niño asomó la cabeza en la puerta de la posada:
“¿Podría alquilarnos una cama?”, suplicó el que hacía de José.
“No hay sitio”, dijo Ramón.
Entonces ocurrió: José, al verse observado por tantos padres, decidió improvisar:
“Pero mire, mi esposa está a punto de dar a luz”.
“No hay sitio”, repitió Ramón, pero ya sin convicción.
“Por favor –se lucía José-. Dará a luz esta noche y nacerá Jesús”.
“No hay…”. Pero antes de concluir la frase, sus ojos se llenaron de lágrimas, miró con misericordia a la tripa de la niña, pensó en Jesús que iba a nacer… y rompió a llorar replicando conmovido: "Que duerma en mi cama, que yo dormiré en el suelo." 
Hubo un silencio intenso en la sala.
José se quedó boquiabierto y muchas personas dejaron escapar las lágrimas.
Lo siguiente es que uno se puso en pie y comenzó a aplaudir.
Pronto todos le imitaron.
Hasta el día de hoy se recuerda aquella obra: fue todo un éxito. Sentimos que algo había cambiado en nuestras vidas, pues ese niño, en su inocencia, nos enseñó que debemos ayudar a otros, no importa quienes sean, porque al hacerlo, estaremos dando lugar a Jesús.
¡Por cierto!, desde entonces, cuando se refieren a Ramón ya nadie dice “el tontito”, sino “el que dejó su cama a Jesús”.

Cuando suenen las 12 campanadas deja que tu corazón se envuelva en una alegría inmensa, dulce... tierna.
Nos ha nacido un Salvador.
No permitas jamás que una herida se enquiste provocando el rencor. Recuerda que hay alguien, con el pañuelo en la mano, para enjugar tus lágrimas y darte paz.
Nos ha nacido un Salvador.
Si tienes familia, estréchales en tu corazón, apriétales fuerte. Perdónalo todo y disfruta del instante... la vida es tan corta, no hay tiempo que perder. Regálales tu amor y agradece a Dios por tenerles esta noche junto a ti.
Pues nos ha nacido un Salvador.
Cuando no puedas dormir y des vueltas desesperadamente en la cama, recuerda que hay alguien que puede sembrar sueños de paz en tu alma. 
Cuando tu cruz te pese demasiado, recuerda que alguien ya la llevó por ti.
Esta noche... nos ha nacido un Salvador.

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