jueves, 27 de enero de 2011

LA SABIDURÍA DEL ÁGUILA

El águila es el ave con mayor longevidad de entre esas especies. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40 debe tomar una seria y difícil decisión. 

A los 40 años sus uñas han crecido demasiado y son tan flexibles que no consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo se curva, apuntando contra su pecho y convirtiéndose en una amenaza para ella misma. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas. 

¡Volar se hace ya tan difícil! 

Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse allí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. 

Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico contra la pared hasta conseguir arrancarlo. 
Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas. 
Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a arrancar sus plumas viejas. Todo el proceso llevará cinco meses, después de los cuales emprenderá de nuevo el vuelo y vivirá otros treinta años. 

En nuestras vidas, muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación para continuar un vuelo de victoria, debemos desprendernos de lastres adquiridos que nos dificultan el vuelo, así como de añejas tradiciones, e incluso de recuerdos dolorosos. 

Solamente libres del peso del pasado podremos renovarnos y descubrir nuevos cielos de victoria.
"Él te ayuda a rejuvenecer como el águila". Salmo 103:5

miércoles, 26 de enero de 2011

DERRIBADOS, PERO NO DESTRUIDOS...

Era terrible ver así, a merced del desastre, del horror, a un hombre bueno y de tanta sabiduría. El anciano se hallaba hundido en su sillón de lectura, cabizbajo y pensativo, abatido como nunca. Sin embargo, y para mi sorpresa, mi viejo pastor se rehizo. Incorporándose un poco en el sillón y haciendo un acopio admirable de energía, declaró:
-         Pero lo que es incuestionable –se detuvo un instante para repetirlo con más fuerza-: Lo que nadie debe jamás dudar es que, cuando el invierno arrecia, Dios se aproxima más a nosotros, y el milagro de Su presencia llena el vacío de cualquier ausencia… incluso de las más atroces… aún de esas pérdidas que le dejan a uno a la deriva, preguntándose si algún día será capaz de recomponerse –no era el anciano derrotado de hacía un instante. Tras la humedad de sus ojos un brillo cálido y sereno asomó, como el sol después de una noche de tormenta-. La mano de Dios convierte en obras de arte las ruinas del alma. Cuando Él llega se aferra con firmeza al timón y reconduce la nave hacia un puerto seguro.
Callé por un instante, estupefacto por sus palabras. Luego dije con triunfo:
-         ¡Y Él lo hizo con usted!, ¿no es cierto?
-         Lo es –afirmó-. Absolutamente cierto. No se trata de que olvides al ser querido que partió… ¡que va! No es así, ni tiene porque serlo. El recuerdo queda siempre. Pero entendí con claridad que cuando Dios borra es que va a escribir algo nuevo –sus propias palabras llenaban de esperanza su rostro.  El mío también. Y le devolvían su firmeza habitual-. Alcancé a comprender que la muerte no es sino un cambio de misión –no lo decía. Lo proclamaba con triunfo-, y que nuestro pequeño José estaba más vivo que nunca, porque si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería una burla cruel. (Fragmento de UNA CRUZ EN EL DESIERTO)

lunes, 24 de enero de 2011

COMO GANSOS

Cuando veas una bandada de gansos volando en formación de "V" hacia el sur porque se acerca el invierno, considera lo que la ciencia ha descubierto sobre éste su modo de volar:
Cada uno de ellos al batir las alas, crea una corriente ascendente para el que viene inmediatamente detrás. Al volar en formación de "V", la bandada entera gana por lo menos un setenta y uno por ciento de alcance de vuelo sobre lo que cada ave podría volar sola.
Aquellos que comparten una misma dirección y moral pueden llegar a donde van más deprisa y con mayor facilidad porque se mueven animados por la energía de unos y otros
Cuando un ganso se sale de la formación, inmediatamente siente el frenazo y la resistencia del aire, y vuelve rápidamente a la formación para aprovechar la fuerza de empuje del ave que va delante.
Si tuviésemos tanto fundamento como los gansos, haríamos cuerpo con aquellos que van en la misma dirección que nosotros.
Cuando el ganso que va en cabeza se cansa, se desplaza hacia atrás en la "V", y otro ganso se pone al frente.
En tareas muy exigentes lo decente es turnarse, se trate de personas o de gansos.
Los gansos de detrás graznan para animar a los que van delante a seguir a buena velocidad. ¿Qué decimos nosotros cuando graznamos desde atrás?
Finalmente, y esto es muy importante, cuando un ganso se pone malo, o ha sido herido por un cazador y se sale de la formación, otros dos gansos se salen con él y le siguen hacia abajo para ofrecerle ayuda y protección. Allí están con el ganso herido hasta que vuelve a volar o muere; sólo entonces emprenden el vuelo de nuevo, solos, o arrimándose a otra bandada, hasta que se unen a los suyos.
Si tuviésemos el corazón de un ganso, nosotros también seríamos fieles unos a otros.

jueves, 20 de enero de 2011

¿SABIO?

Un sabio griego hacía exploraciones por la tierra. Se sentía satisfecho y orgulloso de sus conocimientos de filosofía y ciencia.
En una ocasión tuvo que pasar un río y subió a una barca. El viejo barquero movía acompasadamente los remos y miraba distraído las aguas. Entonces el sabio le preguntó:
-         ¿Sabes astronomía?
-         No, señor.
-         Pues has perdido la cuarta parte de tu vida. ¿Sabes filosofía?
-         No, señor.
-         Pues has perdido otra cuarta parte de tu vida. Sabrás, al menos, historia antigua de este mundo… ¿verdad?
-         No, señor.
-         Pues has perdido otra cuarta parte de tu vida.
En ese momento, un golpe de viento zarandeó bruscamente la barca, la cuál no resistió el embate y se volcó. Los dos cayeron al agua y el barquero nadó ágilmente hacia la orilla.
Una vez fuera observó al sabio braceando con desesperación en el agua. El río bajaba muy crecido y la corriente era fuerte.
-         ¿Sabe usted nadar, amigo sabio?
-         ¡No! –gritó desesperado- ¡No sé nadar!
-         Pues ha perdido usted toda su vida…

martes, 18 de enero de 2011

LA ÚLTIMA VISITA

 

Por favor, sea breve, dijo consultando su lujoso reloj de bolsillo.
 
Siempre el mismo gesto, las mismas palabras para asegurarse de que nadie le robaba ni uno solo de sus preciados minutos.
 
Pero ella no venía a quitarle tiempo sino a regalarle la eternidad.

jueves, 13 de enero de 2011

A LA SOMBRA

-Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol.
Así hablaba padre mientras hoyaba la tierra árida que rodea nuestra casa. Tras varios años de trabajo y paciencia, sólo consiguió ver brotar un pequeño jardín de rastrojos agostados.
Una mañana, encontré a padre sentado a pleno sol.
-Entre en casa –le dije-. ¿No ve que hace demasiado bochorno?
-Ven. Siéntate. Aquí es donde dará sombra nuestro árbol.
No quise llevarle la contraria y me acomodé a su lado. Al momento, sentí el frescor del lugar. Se estaba realmente bien.
Sí, pensé, será justo aquí
(Tomado de borronycuentonuevo.blogspot.com)
“Fe es tener la plena seguridad de que llegará lo que se espera; es estar convencido de la realidad de cosas que aún no vemos”. (La Biblia)

lunes, 10 de enero de 2011

AHORA SÍ, HIJA MÍA... AHORA SÍ

Dicen que hace mucho tiempo había un antiguo monasterio, regido por una abadesa de gran sabiduría, donde más de cien hermanas oraban, trabajaban y servían a Dios llevando una vida austera y silenciosa.
Un día, les indicaron que debían dedicar a una de ellas a predicar el Evangelio en su comarca.
La abadesa reunió al Consejo y, después de larga deliberación y consulta, decidió preparar para tal misión a la hermana Clara, una joven llena de cualidades.
Fue enviada a estudiar, y Clara pasó largos años en la biblioteca del monasterio descifrando códices y adueñándose de su secreta ciencia. Cuando acabó sus estudios, conocía los clásicos, podía leer la Escritura en sus lenguas originales y dominaba la tradición teológica medieval. Predicó en el monasterio y todos pudieron apreciar su erudición y la unción de sus palabras.
Clara se inclinó ante la abadesa y le dijo:
-         ¿Puedo ir ya a predicar a la comarca?
La anciana abadesa la miró como si leyera en su interior y apreció que en la mente de Clara se amontonaban miles de respuestas.
-         Todavía no, hija… todavía no…
Y la envió a la huerta, donde trabajó de sol a sol, soportando las heladas del invierno y los ardores del verano. Arrancó piedras y zarzas, cuidó, una a una las cepas del viñedo, aprendió a esperar el crecimiento de las semillas y a reconocer, con la subida de la savia, cuándo había llegado el momento de podar los castaños.
Adquirió otra clase de sabiduría, pero todavía no era suficiente.
La madre abadesa la envió luego a conversar con los campesinos. Escuchó el clamor de sus quejas por la dura servidumbre. Oyó rumores de revueltas y alentó a los que sufrían con tanta injusticia.
La abadesa la llamó, la miró y vio su mente llena de respuestas y los ojos llenos de preguntas.
-         No es tiempo aún, hija mía…Ve a orar.
La hermana Clara pasó largo tiempo en una solitaria ermita del monte. Cuando regresó, llevaba el alma transfigurada.
-         ¿Ha llegado ya el momento? –preguntó.
-         No; no ha llegado.
Se había declarado una epidemia de peste en el país, y la hermana Clara fue enviada a cuidar de los apestados. Veló noches enteras a los enfermos y lloró amargamente al enterrar a muchos.
Cuando terminó la peste, ella misma cayó enferma de agotamiento y tristeza y fue cuidada por una familia de la aldea. Aprendió a ser débil y a sentirse pequeña, se dejó querer y recobró la paz.
Cuando regresó al monasterio, la madre abadesa la miró, leyendo en su alma y la encontró más humana y vulnerable. Tenía la mirada serena, la mente llena de respuestas, los ojos llenos de preguntas y el corazón lleno de nombres.
-         Ahora sí, hija mía… ahora sí. Ve a predicar el Evangelio.

viernes, 7 de enero de 2011

CONSEJOS DE UN ÁNGEL


-         ¿Oíste hablar del ministerio en la noche? –giro la cabeza siguiendo el sonido de la voz y descubro la brillante mirada de Tim-. Me refiero a lo que Agustín de Hipona denominó “la noche oscura del alma”. Son periodos en los que todas nuestras referencias desaparecen y no encontramos ni una señal en el camino. Ni un sol en nuestro día ni una diminuta estrella en nuestra noche. Pero hay que seguir avanzando. Tal vez no volando, y ni siquiera correr podemos, pero hemos de seguir caminando… e incluso, a veces, arrastrándonos.
-         Hay ocasiones en que ni fuerzas para arrastrarme me parece tener –admito. Y enseguida reparo con perplejidad en que estoy confesando mi más íntima debilidad a un niño…
Pero ese niño, que podría ser mi hijo, no siente ningún pudor y sigue hablando con libertad… y con autoridad también:
-         Tal vez no las tengas en ti mismo. Para eso está la fe –me recuerda-: fe es creer en algo más allá de uno mismo –las palabras del joven suenan sencillas y no suponen un descubrimiento. Está transmitiendo verdades conocidas que yo mismo he predicado muchas veces. Pero no es lo que dice, sino cómo lo dice. En su boca las frases adquieren un peso y consistencia que sólo puedo calificar de sobrenatural. Creo que Tim nota que mi mente divaga, por lo que posa su mano sobre mi hombro para hacerme aterrizar y entonces me repite-: fe es creer en algo más allá de uno mismo. Algo que no se puede ver, ni tocar, ni tampoco oler… como la esperanza y el amor. En eso encontramos fuerzas.
-      Creo que todo eso lo he perdido.
La naturalidad con la que me exhorta es casi desquiciante… pero a la vez aquietante:
-      Podrías intentar luchar por recuperarlo.
-      Lo he intentado –miro a María buscando su complicidad, pero sus ojos brillan anegados de agua y opta por agachar la cabeza. Ella está viviendo la lucha con más intensidad que yo mismo-. De veras que lo he intentado… pero me encuentro agotado. ¿No será demasiado tarde?
-         Nunca es tarde para averiguar qué es importante en tu vida y luchar por ello –y concluye-. No sé si alguna vez has escuchado la declaración de Flora Larson: La fe es el fin de nuestros recursos y el principio de los recursos de Dios. Estoy de acuerdo con ella y también estoy seguro de que vale la pena levantarse y luchar guarecidos tras el escudo de la fe.

martes, 4 de enero de 2011

BETH SUFRE ANOREXIA

Es de noche y escribo esto en una vieja libreta. Escribir me sirve para desahogarme y también para matar el tiempo de espera, a la vez que evito que la incertidumbre y el miedo me maten a mí. Me pidieron que saliera de la habitación y esperara aquí mientras someten a Beth a unas pruebas. 
Hace tan sólo unas horas, mi hermana y yo estábamos en casa. La noche del miércoles discurría con normalidad hasta que, cuando calculé que ya se habría puesto el pijama y estaría acostada, pasé a su habitación para darle las buenas noches. Es lo que mamá siempre hacia, y sé que Beth, aunque con sus dieciséis años ya se siente mayor, necesita que yo lo siga haciendo.
Fue entonces cuando la encontré caída en el suelo.
Estaba desvanecida y desnuda. No le dio tiempo a ponerse el pijama. Por eso pude verla como ella  es en la actualidad. 
Beth siempre fue la enrollada del grupo, la más bonita, la fashion. Pero ya no es bonita… sólo es un esqueleto recubierto de piel.
A veces nos negamos a aceptar lo que es evidente. Pensamos que no puede ser aunque cien detalles nos griten que sí es. 
Eso me ocurrió a mí.
              Me negaba a aceptarlo. ¿Mi hermana?, ¿Elísabeth?, ¡imposible!
Ella es feliz. Una muchacha tan preciosa.  ¿Cómo le va a ocurrir eso a ella?  ¡No me digas tonterías!
No hice caso a las personas que me hablaban de ciertas evidencias… ni hice caso, tampoco, a las evidencias que me hablaban del problema.
Cuando aquel viernes fuimos a comprar ropa y en Berska me pidió que esperara fuera del probador, me extrañó, eso es cierto, pero no al punto de preocuparme.  Luego sacó su mano por un lateral de la cortina, entregándome el pantalón y pidiendo que buscara otro dos tallas más pequeño. Me resultó raro, lo reconozco, pero no le di importancia…
Su tardanza en comer me irritaba. Especialmente esa costumbre de picotear en el plato y extender con el tenedor la comida, como rebuscando entre ella.  Pero, ¿cómo iba a imaginar que desparramaba el alimento para que abultara menos  y fingir así que había comido?
Ahora comprendo ese extraño interés por leer los ingredientes de las cajas, y su maldita manía de hablar de calorías y alimentos light.
Me desquiciaba verla acudir al baño siempre a mitad de la comida. Pero jamás sospeché que usara esos viajes para vomitar la poca cantidad de alimento que ingería.
Lo cierto es que noté que en el último tiempo había adelgazado, aunque nunca pensé que tanto; ya se ocupaba ella de ocultar su aspecto delante de mí. Además, su rostro, siempre delgado y anguloso, disimulaba a la perfección el desastre que se fraguaba en aquel cuerpo.
Es verdad que me resultó rarísima su norma, casi repentina, de no permitirme pasar a su habitación mientras se cambiaba.  Pero ni por lo más remoto pude imaginar que me lo impedía con el objetivo de esconder su gordura  -la gordura que solo ella veía-, y más tarde, lo que ocultaba, eran los huesos que se insinuaban bajo su piel.
Ahora me doy cuenta de que hacía tiempo que no veía compresas en el baño. Ella, que siempre me hacía enfadar por su costumbre de no llevarlas al cubo de la basura. Entiendo por qué no las veía sobre el bidé. No era que las hubiera recogido. No era eso, no.  Era que no las usaba, porque desde hacía meses la menstruación se le había retirado a causa de su extrema delgadez.
Un día descubrí que sus dedos estaban dañados. Parecían quemados. Me explicó que se debía a un accidente durante un experimento de química en el colegio. ¿Por qué no iba a creerla? ¿Acaso debía imaginarme que aquellas quemaduras las habían provocado los ácidos del estómago a fuerza de meterse los dedos para vomitar?  Eso lo sé ahora, pero antes no lo sabía, ni podía, por lo más remoto, imaginarlo.
Y la gimnasia… su empeño en el último tiempo en hacer abdominales de forma exagerada.  Su obsesión por salir a correr y luego acudir a la báscula nada más entrar en casa. 
¡Está todo tan claro!  ¡Eran síntomas tan elocuentes!
Hoy siento la culpa como una losa que me aplasta; pero os lo aseguro, nunca pensé que ella sufriera anorexia.
¿Por qué no me di cuenta antes? Pero, ¿cómo iba yo a pensar que Beth… la hermosa Beth… pudiera verse gorda y fea?
Mi hermana, mi preciosa hermana. ¿Quién podía pensar que ella se aborrecía?   Todo el mundo decía: “¡Qué bonita es tu hermana!”.  Todo el mundo lo dice de ella… pero temo que nadie se lo dijo a ella. 
Todos lo  piensan.
Todos, menos ella misma.
Es de noche.  La libreta se agota, igual que yo.  No caben más palabras en sus hojas, ni cabe, tampoco, más dolor en mi alma.  Está llena y rebosando.
Aliento una débil esperanza de que tal vez esté soñando… puede que todo sea una pesadilla.  Si despierto y estoy en casa, correré a su habitación, no llamaré antes de entrar. No me importa que se enfade, entraré corriendo y me acercaré a su cama… y si ella está allí, se lo diré.  Le diré lo que siempre he pensado: “Eres preciosa, Beth… no te dejes engañar… eres preciosa hermana mía…” (LA VENGANZA Edic. Noufront)

lunes, 3 de enero de 2011

ÁNGELES EN EL SEMINARIO (Una experiencia real)

Ocurrió ayer en la escuela donde estudio (Un pastor no debería nunca dejar de estudiar. Siempre debería reciclarse y beber agua que calme su sed, y adquirir, además, una reserva para calmar la de otros): estaba en un aula apartada, la más tranquila de aquella institución. Me entregaba con fruición a avanzar en la tarea que pensaba terminar hoy porque debería haberla entregado ayer.
La puerta chirrió sobre sus goznes y un venerable anciano hizo su entrada. Era la primera vez que le veía, lo cuál no significa que fuera su primer día en aquella institución.
Amablemente me saludo y con toda la cordialidad posible correspondí a su saludo. En su presentación me hizo saber que era uno de los profesores del Seminario.
Y enseguida comenzó a hablar. Por su velocidad en el habla y su capacidad de engarzar una conversación con otra, no envidié en absoluto a sus alumnos. Yo apartaba la mirada orientándola a la pantalla de mi ordenador, intentando hacerle ver mi premura por continuar con el trabajo.
O no pudo o no quiso darse por aludido y retornó a su discurso.
Cuando empezaba a sentirme cansado y un poco fastidiado, de repente… sin previo aviso, el anciano parlanchín dio un brusco giro a su discurso y comenzó a hablar de Jeremías. Recorrió la historia del infortunado profeta, comenzando con la promesa que Dios le había hecho de no faltar nunca de su lado.
-         Sin embargo hubo cárceles, hambre, cisternas y encierros, hubo de todo menos fruto a su trabajo –la voz del anciano pareció cambiar de tono, y de timbre, y también de cadencia. Todo se alteró en él, incluido su discurso, llegando a mis oídos más dulce y amable… más cercano y acariciador-. Dios le había prometido estar –insistía-. Pero los resultados contradecían a esa promesa. El profeta determinó abandonar: dejar su ministerio y dedicarse a otra cosa. Lo intentó –la pausa en este punto resultó determinante. Pero luego concluyó-: Había en él un fuego que le impedía callar. Intentó guardar silencio pero algo le quemaba.
El parlanchín maestro concluyó aquí su mensaje: cuando Dios te llama a hablar, las palabras se te indigestan a menos que las pronuncies. La sentencia divina obra como un fuego en tus entrañas… tienes que responder al llamado.
Y dicho esto, se marchó.
Me quedé en silencio, abandoné el trabajo y rápido salí al pasillo. Nadie; no había nadie…
Regresé a mi asiento.
Mi corazón era una antorcha. Las palabras de aquel anciano habían convertido mi interior en un incendio vivo… Era justo el fuego que necesitaba.

domingo, 2 de enero de 2011

ÁMALA

Un hombre fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse.
El sabio le escuchó, le miró a los ojos y solamente le dijo una palabra: Ámala. Luego se calló.
-Pero es que ya no siento nada por ella.
-Ámala, repuso el sabio.
Y ante el desconcierto del señor, después de un oportuno silencio, agregó lo siguiente: "Amar es una decisión, no un sentimiento; amar es dedicación y entrega. Amar es un verbo y el fruto de esa acción es el amor. El amor es un ejercicio de jardinería: arranca lo que hace daño, prepara el terreno, siembra, se paciente, riega y cuida. Estate preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, pero no por eso abandones tu jardín.
Ama a tu pareja, es decir, acéptala, valórala, respétala, dale afecto y ternura, admírala y compréndela.
Eso es todo "ámala". (Del libro LUNES CON MI VIEJO PASTOR. Grupo Nelson; Marzo 2011)

UN NUEVO COMIENZO

Alguien, ayer, me hizo reflexionar con su saludo:

-  ¡Feliz uno del uno del once! -me dijo. Y añadió luego por escrito-: 1-1-11 Denota comienzos, ¿no es cierto?

No he dejado de pensar en ello. Iniciamos una etapa y esto me da qué pensar:

-  Aproximarse a lo nuevo implica, en muchas ocasiones, alejars de lo viejo. Para "acercarme a..." debo "alejarme de..." Si en este año quieres alcanzar algo nuevo, tal vez debas renunciar a algo viejo. No temas hacerlo. La única forma de "llenar tus manos con nuevos tesoros es que esas manos estén vacías".

-  Los nuevos comienzos conllevan la incertidumbre de lo desconocido. Tal vez a lo largo del pasado año observaste como se tambaleaba la estructura añeja de tu vida. Puedes considerar esto como un desastre o como una inmensa oportunidad. Si tus proyectos fracasaron ahora tienes la ocasión de proyectar algo nuevo, tal vez desconocido. Mira a los ojos del desafío y llámalo "oportunidad".

-  1-1-11.- Partimos de cero, todo es nuevo. Tal vez no hay recursos en nuestros bolsillos, pero es suficiente con que en nuestro mente y corazón exista la determinación. Muchos -anticipando, tal vez, lo irremediable- han puesto nombre al 2011: "año en que se consolidará la crisis". Llamenmolé nosotros "año de las oportunidades". Apunta en esta etapa a la luna, de ese modo tal vez logres darle a alguna estrella.

-  ¿Hay oscuridad? Sin duda. Pero eso nos brinda inmejorables ocasiones: El carácter, al igual que las fotografías, se revela en la oscuridad. Sin noche no habría sueños, y sin sueños no habría avances. Hay frutos que sólo maduran bajo la luz de la luna y plantas medicinales que deben sus propiedades a los lugares sombríos en los que crecen.

¡¡FELIZ 1-11!!

¡¡SUEÑA!! Y vive después para perseguir tu sueño...