domingo, 28 de noviembre de 2010

UN MES PARA NAVIDAD

Ayer reparé en que sólo falta un mes para el día de Navidad.
No he podido evitar emocionarme. Amo la Navidad.
Antes de que el genuino brillo de esta festividad fuese atenuado -casi asfixiado- por mantos de materialismo y jergones de ansia consumista, estos eran días en que se conmemoraba el acto de amor más sublime: un cielo hermético se abría y una brillante saeta atravesaba gruesos estratos de densa oscuridad.
Frente a un mar de manos reclamando, una mano abierta, ofreciendo.
Entre millones de seres interesados, uno por fin, interesante.
La más hermosa historia de amor genuino, sincero, desinteresado...
El más cruento relato de un amor rechazado pero paciente, perseverante... Dispuesto a ofrecer otra oportunidad.
            El capítulo treinta y dos de Isaías es un dedo índice que señala inequívocamente al Mesías que habría de venir. El versículo dos contiene un mensaje profético que se repite luego en los capítulos cuatro y veinticinco, versículos seis y cuatro respectivamente del mismo libro.
            Es evidente que Jesucristo ha sido tomado por muchos como un escondedero provisional donde resguardarse de una tormenta o un fuerte viento racheado. En cuanto amaina el temporal y la situación difícil remite, el escondedero se abandona y apenas se recuerda, al menos hasta la próxima tormenta.
Un lamentable error, tristemente muy extendido.
            Pero, afortunadamente, otros muchos tienen en Jesucristo mucho más que un escondedero. Para ellos es el perfecto refugio, la auténtica provisión de Dios, el lugar donde el llanto se torna en risa y la muerte en vida. 
Esta categoría de personas… hombres y mujeres de este calibre, son lo que han descubierto el verdadero significado de la Navidad:
Navidad es el cielo besando la tierra.
            Es una respuesta para el atribulado.
            Plenitud para el ser humano vacío.
            Luz, para el hogar sumido en oscuridad.
            Salud para el enfermo.
            Alas para el que ama la altura.
            Vida para el que quiere vivir.
            Esperanza para el que tiene que morir.
Navidad es el cielo abriéndose sobre la tierra y entregando su mayor riqueza: JESUS… (Mi Mayor Legado)

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