viernes, 19 de noviembre de 2010

A MI IGLESIA

A MI IGLESIA

Querida iglesia:
Hace muchos días que no os veo, pero ni un solo segundo que no os siento.
Se equivocó quien dijo que la distancia hace el olvido. Eso no es cierto, o no lo es al menos cuando uno forma parte de un cuerpo.
Gracias por cada muestra de amor.
A quienes habéis hablado conmigo y a quienes elegisteis hablar con Dios acerca de mí… gracias.
A quienes os acercasteis para brindarme vuestro calor, y a quienes habéis preferido mandarlo desde la distancia por temor a agobiarme… gracias.
Por cada saludo y por cada mensaje… gracias.
Nunca pensé que una palabra pudiera tener tanto brillo y una frase tanto peso. Vosotros me lo habéis enseñado y os lo agradezco de corazón.
A los que cubrís mi ausencia con una dosis extra de esfuerzo y a los que lleváis toda la vida esforzándoos de forma extraordinaria… gracias.
Un mensaje a los que ministráis: ¡¡Cuidaros!!
Un ruego a los que sois ministrados: ¡¡Cuidadles!!
Servir a Dios es el más alto privilegio, pero es también una enorme responsabilidad.
Ser llamado por Dios es un peso muy dulce… pero que en ocasiones pesa
Su Yugo Es Fácil, Pero El Siervo Es Frágil.
Respecto a Gene y a mí, seguimos confiando y creyendo al poeta libanés, quien dijo que en el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
Y creyendo, sobre todo a Dios, quien dijo: Cuando pases por las aguas yo estaré contigo, y los ríos no te anegarán, cuando pases por el fuego no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
Dicen que la noche alcanza su máxima de oscuridad cinco minutos antes de amanecer; sospecho que se acerca el alba.
Albergo la íntima sensación de que estamos tomando las curvas finales de este túnel y pronto coronaremos la cima.
No quiero perder la ocasión de, desde el valle, lanzar un mensaje de ánimo a quienes pudieran estar transitándolo.
Recuerda que los cielos más hermosos siempre corresponden a los lugares más oscuros, y que los momentos más difíciles son puertas a las mejores oportunidades.
Lo que con frecuencia consideramos terribles tempestades suelen ser rachas de viento que reconducen nuestra barca a puertos deliciosos a los que jamás podríamos llegar si tuviéramos una plácida travesía.
Os mandamos un abrazo, querida iglesia, nos veremos en el barco, anhelamos volver a remar junto a vosotros hasta que juntos arribemos a nuestra orilla.
Dios nunca garantizó un viaje exento de problemas, pero aseguró la llegada al más sublime puerto.
Os amo mucho. Que Dios os bendiga.

2 comentarios:

  1. En ningún momento has estado solo ni nosotros nos hemos sentido abandonados. En una familia todos seguimos juntos en los buenos y en los malos momentos. Que el buen Dios te sane, fortalezca y recupere en su tiempo. Que andes ya por las redes virtuales es una muy buena noticia. ¡Enhorabuena!

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  2. Gracias Manuel.

    Tus palabras me confortan mucho.

    Recibe un abrazo.

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