viernes, 26 de noviembre de 2010

CONVERSACIONES CON MI DIARIO (5)

Querido diario:
 Hoy el jardín amaneció transformado. Durante la noche, toda la escarcha del cielo se ha derramado dejando desconcertados a los rosales y pálidos a los madroños.
La imagen es heladora, y sin embargo, observándola  tras el cristal, me resulta inspiradora.
El invierno tiene encantos... y hasta tesoros contiene. Basta con atreverse a rascar la pátina de hielo que lo cubre todo, para descubrir la inmensa primavera que se fragua en sus entrañas.
Hay dos formas de considerar a este tiempo: desapacible estación o puerta a la primavera.
Por mi parte me quedo con el dicho del poeta libanés que hace pocos días dediqué a mi iglesia: en el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
¡Fijate! Ha salido un sol bravío y ardoroso.
Se vertió sobre el rosal y sus hojas reciben la caricia llorando gotas de agua.
Todo esto me inspira y acerca a mi mente aquel poema…, aunque no sé si es poema u oración... Tal vez sea sólo una sencilla reflexión:
Un día le pedí a Dios instrucciones
para vivir.
Acercando su voz a mi oído, me susurró con dulzura:
Sé como el sol. Levántate temprano y no te acuestes tarde.
Sé como la luna. Brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz mayor.
Sé como los pájaros. Come, canta, bebe y vuela.
Sé como las flores. Enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces
Sé como el buen perro, obediente, pero únicamente a su Señor.
Sé como la fruta. Bella por fuera y saludable por dentro.
Sé como el día, que llega y se retira sin alardes.
Sé como el oasis. Da tu agua al  sediento.
Sé como la luciérnaga. Aunque pequeña emite su propia luz.
Sé como el agua. Buena, transparente y sin pretensiones de sabor
Sé como el río. Siempre hacia  adelante.
Y sobre todas las cosas…
 Sé como el cielo: La morada de Dios.
Al despertar descubrí que tenía el antídoto
A la ansiedad y había hallado, ademáss 
la verdadera senda a la Paz

Disfrutemos del invierno, querido diario; y cuando se antoje largo y frio, escarbemos la superficie con las uñas de la fe, y deleitemos la vista en la próxima primavera.

José Luis Navajo

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