lunes, 4 de abril de 2011

¿SER BUEN ORADOR SIN SER UN BUEN ORANTE?

Minutos con Dios hacen rentable el día. Horas con Él convierten en triunfante la vida.
Una de las herramientas de quien sirve a Dios es la palabra. También ésta se afila en la oración.
Recuerda que no hablas ante personas, sino a las personas. Para hablarles a ellos, debes hablarle antes a Él.  
Visitando el corazón de Dios encontrarás la ruta al corazón del hombre… Si eres afectado por Él tu servicio afectará a aquellos a quienes sirves.
No puedes ser buen orador sin antes ser un buen orante.
En cierta ocasión traté de extraer la sabiduría y experiencia de un pastor veterano. Para ello le planteé la siguiente pregunta: “Mirando atrás, en su vida y ministerio, ¿qué tres cosas cambiaría si pudiera comenzar de nuevo?”
Respondió con inmediatez y extraordinaria firmeza: “Pasaría más tiempo con Jesús. Pasaría más tiempo con mi esposa. Pasaría más tiempo con mis hijos.”
Muchas iglesias padecen de un exceso de programación y un gran déficit de unción.
¿La causa? Montañas de proyección y migajas de oración.
Acumular actividad olvidando la intimidad es el atajo al fracaso. No hay vida más vacía que la que está llena de movimiento desde la mañana hasta la noche; y lo mismo puede aplicarse a una iglesia. Que nunca la programación asfixie a la adoración.
Una iglesia nunca será más grande que su altar, ni llegará más alto que éste.

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