jueves, 28 de abril de 2011

TESOROS EN LA OSCURIDAD

Cerrar el corazón y endurecernos en los días de dolor es una actitud equiparable a la del niño inmaduro que reniega de las lluvias que se vierten sobre el campo, solo porque estas le impiden salir a jugar, ignorante de que a ellas debe las jugosas frutas y verduras que le proporcionan alimento. Sería imposible la subsistencia sin una aternancia del sol y la llluvia. También en los campos del alma precisamenos luces y sombras; inviernos y primaveras. Cerrar el corazón al dolor es cerrar el corazón a la vida.
Bien poco enseñó la vida a quien no le enseñó a soportar el dolor.
Todo es útil, quizá hasta el gozo, quizá hasta la vida regalada, quizá hasta la ausencia de contradicciones; pero sobre todo el dolor. El sufrimiento  en sí mismo es torpe y feo y humillante como una mala digestión; pero al convertirlo en tu aliado descubres que es un trampolín que te lanza a nuevas conquistas y una escalera para alzarte a cumbres gloriosas.
Asumir el dolor es rentabilizarlo; es convertir en agua de riego la más terrible tempestad.
Las flores del valle de la aflicción que se abren a la humedad de las lágrimas propias, serán pañuelos que enjugarán las ajenas: los pasos tímidos e inseguros, dados en el corazón de la noche, alumbrarán como lámparas incandescentes, desterrarán sombras, inaugurarán días y abrirán la puerta a exuberantes primaveras. (El Cincel De Dios. José Luis Navajo)

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