miércoles, 1 de junio de 2011

CUANDO EL ÉXITO EMBORRACHA

Eres enormemente valioso, pero debes mantenerte humilde. La vida te concederá grandes triunfos. Recuerda, entonces, que el éxito tiene un alto componente etílico. Vigila que no te emborrache.
Hay personas que gastan sus fuerzas en el estúpido empeño de ser conocidos, y a ser posible reconocidos… ¡Qué insensatez! Jamás he entendido ese empeño por exhibir habilidades y valores. ¿A quién pretendemos impresionar? ¿Dejaremos a Dios boquiabierto con nuestras capacidades? Cuando Él elige a una persona, esta no tiene que esforzarse por reivindicar sus talentos; ya se ocupa Dios de ello.
He conocido a suficientes personas infectadas por el “virus del éxito” como para saber que los vapores del triunfo actúan como el alcohol: tienden a subirse a nuestro cerebro y aturdirlo. Nublan nuestra visión y nos vuelven torpes, por eso Dios permite los tropiezos y no evita que cometamos errores, porque la debilidad resultante puede tornarse en nuestra verdadera fortaleza.
Hay algo más difícil que sobreponerse a los fracasos… Algo más difícil que sobreponerse al fracaso es sobreponerse al éxito.
El gran enemigo de tus triunfos de mañana, son tus triunfos de hoy. Está sobradamente demostrado que por cada cien personas que soportan la adversidad, sólo una tolera la prosperidad…. Y no me refiero únicamente a la económica. Las medallas, incluso las obtenidas legítimamente, pueden pesar tanto sobre el pecho que llegan a convertirse en un lastre. Los galones, incluso los alcanzados en justas conquistas, pueden abatir nuestros hombros clavándonos en el suelo.
Sobreponte a los fracasos, pero no dejes que los triunfos te venzan. En ocasiones la victoria puede radicar en una huida y el verdadero poder en sentirse débil.

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