jueves, 30 de diciembre de 2010

AUDITORIA EXISTENCIAL

Querido diario:
¿ Oíste hablar alguna vez acerca de la auditoria existencial?
Es algo importante; tiene que ver con hacer balance de nuestra vida. Examinar el trayecto recorrido y otear el camino que tenemos por delante.
Todas las empresas hacen balance… todas las personas deberían hacerlo, y el fin de año es un tiempo propicio para calcular, y también evaluar.
Suelo dedicar los tres últimos días de cada año a hacer un balance de los doce meses que he dejado atrás; ahora mismo lo estoy haciendo y descubro, sorprendido, que el 2010 fue un año lleno de luces. Hubo sombras, bien es cierto, pero es tanto el fulgor que desprenden las lumbreras que toda sombra queda opacada.
Pensé que cerraba un “annus horribilis” y descubro que cada una de las crisis se ha tornado en una inmensa oportunidad.
No sé lo que me deparará el nuevo año, pero hago propósito de vivirlo que fe, esperanza y amor. Aprovecharé cada tropiezo para “caer hacia delante”, cada aparente retroceso para tomar impulso y CADA PIEDRA PARA CONVERTIRLA EN ESCALERA.
Quiero en este año ver lo que nunca he visto, por eso tendré que hacer lo que nunca he hecho. Decido ahora emplear la fe para triunfar donde otros fracasan y desplegaré la gratitud en cada monte y en cada valle.
Quiero sumergirme en el nuevo año como quien se zambulle en aguas nuevas repletas de tesoros. Alguna vez notaré que el aire falta, pero buscando las riquezas escondidas en las aguas más profundas desarrollaré branquias para seguir buceando.
Estoy convencido de que UNA GRAN FE EN UN GRAN DIOS HARÁ GRANDES COSAS.
Sigo meditando, querido diario. Viene bien hacer, de vez en cuando, una auditoria existencial.

lunes, 27 de diciembre de 2010

REGALOS INVISIBLES

Tomás es un chico de siete años que vive con su mamá, una humilde costurera, en un pequeño apartamento de un solo cuarto. La víspera de Navidad el chico espera ansioso la llegada de Papá Noel. Siguiendo la costumbre, ha colocado en la chimenea un gran calcetín de lana, esperando encontrarlo, a la mañana siguiente, lleno de regalos.
Pero su mamá sabe que este año no habrá regalos de Navidad pues no hay dinero para comprarlos. Para evitar la desilusión del niño, le explica detenidamente que hay bienes visibles, que se compran con dinero, y también bienes invisibles, que no se compran, ni se venden, ni se ven, pero que le hacen a uno muy feliz, y son, incluso, más importantes que los bienes visibles. Le habla del cariño de la mamá, de la amistad de sus compañeros, de la salud para poder jugar y reír… Tomás escucha con mucha atención, asimilando la que será una de las lecciones más importantes de su vida.
Al día siguiente, Tomás despierta, corre a la chimenea y ve su media vacía. La recoge con emoción y alegría y se la muestra su mamá: "¡Mira, mamá! ¡Papá Noel me ha traído los mejores regalos! ¡Mi calcetín está lleno de bienes invisibles!".
Por la tarde Tomás va a la pequeña iglesia donde se reúnen los chicos, cada cual mostrando orgulloso su regalo. "¿Y a ti, Tomás, qué te ha traído Papá Noel?", le preguntan.
Tomás muestra feliz su calcetín vacío: "¡A mí me ha traído bienes invisibles!", contesta. Los chicos se ríen de él. Entre ellos Federico un niño consentido que tiene el mejor regalo pero no es feliz. Por envidia sus compañeros le hacen burla porque su coche con motor no tiene marcha atrás, y enfurecido destruye el valioso juguete.
El padre de Federico ve la escena y se entristece mientras se pregunta cómo podría hacer feliz a su hijo. Mientras reflexiona en eso ve a Tomás sentado en un rincón, feliz con su calcetín vacío. Se acerca y le pregunta: "¿Que te ha traído Papá Noel?"
"Ha llenado mi calcetín de bienes invisibles", contesta Tomás ante la sorpresa del papá de Federico, y le explica que no se ven, ni se compran, ni se venden, como el cariño de una mamá, la salud, o la compañía de los amigos.
El papá de Federico comprendió. Los muchos regalos visibles y vistosos no habían logrado la felicidad de su hijo, pero Tomás había descubierto, gracias a su mamá, el camino a la felicidad.

sábado, 25 de diciembre de 2010

"EL TONTITO" - EMOCIONANTE CUENTO DE NAVIDAD

El cuento que transcribo a continuación, fue contado por mi profesor de Ministerio Pastoral: Roberto Velert. A él agradezco hacérmelo escuchar. Me he permitido adaptarlo y reescribirlo para los lectores, estoy seguro de que disfrutarán con la esencia de esta historia. Disfrutadlo y ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
Érase una vez, en uno de esos pequeños pueblos de España, que vivía un niño llamado Ramón, aunque casi nadie le llamaba por su nombre, porque todos le decían “el tontito”. Y es que Ramón  era un niño con problemas, quien sabe por qué causa, era mucho más lento en aprender que los demás.
“Soy Ramón”, replicaba el niño cuando alguien le decía: ¡Eh, tú, tontito!”
Pero lo que más le dolía era cuando jugaban al fútbol y a la hora de pedir, siempre se quedaba el último y nadie le quería en su equipo. “¿Puedo hacer de poste?”. Suplicaba entonces Ramón, en su ansía de jugar.
Como ocurre cada año, llegó la Navidad y como sucede en muchos lugares, en aquel pueblo iban a representar el nacimiento de Jesús. Todos estaban entusiasmados.
También Ramón quería participar y a la maestra le dio ternura verlo con tanta emoción, pero, conociendo a Ramón sabía bien que el niño sería incapaz de aprender ningún diálogo, por eso le dijo:
“Harás de palmera, Ramón. La que está junto al pesebre, muy cerca del niño Jesús”
Los ojos de Ramón se iluminaron, y hasta dejaron escapar una lagrimilla de emoción: ¡¡Iba a estar junto a Jesús!!
Durante quince días practicó estirando sus brazos, ensayando la mejor forma de desplegar las ramas para abrigar con ellas a Jesús.
Pero, dos días antes de la representación uno de los niños, el que iba a hacer de posadero, enfermó.
¿Quién podrá sustituirle?, se preguntaba inquieta la profesora.
Reunió al consejo escolar y les explicó que la única opción que veía era prescindir de la palmera y que Ramón fuera el posadero.
“Estropeará la obra”, replicaron casi todos.
Sólo dirá tres palabras, tranquilizaba la maestra: “No hay sitio”.
“Aún así, insistían, no podrá con tres palabras.
Pero la profesora, movida por la misericordia, arriesgó. “Lo hará bien, no os preocupéis”.
“Ramón, escucha: serás el posadero. Cuando vengan María y José, como tu posada está llena, sólo tienes que decir: No hay sitio”.
“No hay sitio” repetía Ramón caminando por la calle, y mientras comía y al cepillarse los dientes y también mientras dormía… “no hay sitio… no hay sitio…”
Llego el día de la obra, y el teatro estaba a reventar; hasta había gente de pie. Todo discurrió bien hasta que María y José llegaron a la posada, “¡Oh, no, Ramón!”, dijeron algunos padres cuando el niño asomó la cabeza en la puerta de la posada:
“¿Podría alquilarnos una cama?”, suplicó el que hacía de José.
“No hay sitio”, dijo Ramón.
Entonces ocurrió: José, al verse observado por tantos padres, decidió improvisar:
“Pero mire, mi esposa está a punto de dar a luz”.
“No hay sitio”, repitió Ramón, pero ya sin convicción.
“Por favor –se lucía José-. Dará a luz esta noche y nacerá Jesús”.
“No hay…”. Pero antes de concluir la frase, sus ojos se llenaron de lágrimas, miró con misericordia a la tripa de la niña, pensó en Jesús que iba a nacer… y rompió a llorar replicando conmovido: "Que duerma en mi cama, que yo dormiré en el suelo." 
Hubo un silencio intenso en la sala.
José se quedó boquiabierto y muchas personas dejaron escapar las lágrimas.
Lo siguiente es que uno se puso en pie y comenzó a aplaudir.
Pronto todos le imitaron.
Hasta el día de hoy se recuerda aquella obra: fue todo un éxito. Sentimos que algo había cambiado en nuestras vidas, pues ese niño, en su inocencia, nos enseñó que debemos ayudar a otros, no importa quienes sean, porque al hacerlo, estaremos dando lugar a Jesús.
¡Por cierto!, desde entonces, cuando se refieren a Ramón ya nadie dice “el tontito”, sino “el que dejó su cama a Jesús”.

Cuando suenen las 12 campanadas deja que tu corazón se envuelva en una alegría inmensa, dulce... tierna.
Nos ha nacido un Salvador.
No permitas jamás que una herida se enquiste provocando el rencor. Recuerda que hay alguien, con el pañuelo en la mano, para enjugar tus lágrimas y darte paz.
Nos ha nacido un Salvador.
Si tienes familia, estréchales en tu corazón, apriétales fuerte. Perdónalo todo y disfruta del instante... la vida es tan corta, no hay tiempo que perder. Regálales tu amor y agradece a Dios por tenerles esta noche junto a ti.
Pues nos ha nacido un Salvador.
Cuando no puedas dormir y des vueltas desesperadamente en la cama, recuerda que hay alguien que puede sembrar sueños de paz en tu alma. 
Cuando tu cruz te pese demasiado, recuerda que alguien ya la llevó por ti.
Esta noche... nos ha nacido un Salvador.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

CARTA A DIOS, EN LA NAVIDAD

¡Gracias! Por enseñarme todos los días de mi vida lo importante de cada momento.
Es majestuoso advertir que todo este mundo se rige bajo reglas que no siempre son visibles a nuestros ojos.
Reglas que llevan a la perfección.
Todo es parte de esa perfección que muchas veces no comprendemos…
¡Pero EXISTE!
Me maravillo a cada paso por las cosas hermosas que puedo ver.
Me asusto cuando hay otras tantas que no entiendo.
Pero se que estás... Siempre... en cada momento y lugar.
Y te agradezco por ello.
Gracias por todas las personas que tengo alrededor... familia, amigos, conocidos, vecinos.
Gracias por las inmensas dosis de amor que me llegan a través de ellos.
Te pido para cada persona amor, felicidad, paz, entereza, capacidad de aceptación y comprensión.
Sé que cada uno decide el rumbo de su vida. El destino nos muestra las opciones...
Nosotros elegimos cual tomar…
Y en esa decisión va el resto de nuestras vidas.-
Que en esta navidad, cada uno pueda elegir con certeza como seguir
¡Feliz Navidad para todos!

domingo, 19 de diciembre de 2010

CONVERDACIONES CON MI DIARIO (13) CUANDO LA ENFERMEDAD TRAE SALUD

Querido diario:
Lo que hoy quiero comentarte, ocurrió -me ocurrió- en la sala de un quirófano.
Jamás pensé que aquella lóbrega habitación, que yo consideraba sala de torturas, pudiera convertirse en un paradisiaco corredor que desembocara en el cielo, pero eso fue lo que pasó:

 Una vez concluida la operación, el suero se introducía lentamente en mis venas mientras, gota a gota, mi alma destilaba pensamientos que querían florecer, pues algo peculiar había ocurrido en el quirófano:
            En los momentos preliminares a la intervención escogí recitar el Salmo 23. (Cuando a uno le van a remover en lo íntimo precisa un poderoso motivo de meditación para conservar la calma). No logré superar el versículo primero, la anestesia obró de forma fulminante cuando apenas finalizaba la frase “en lugares de delicados pastos me hará descansar”. A partir de ese momento comenzó el milagro. Tan sólo la áspera cáscara del cuerpo se encontraba en aquella sala de operaciones. Yo estuve en   delicados pastos, en praderas difíciles de describir por su insondable pureza y la mezcla de colorido. Una dulce brisa me envolvía y puedo asegurar que yo no caminaba sino que era transportado con inefable dulzura.
            Cuando percibí ligeros toques en mis mejillas y una voz que me animaba a despertar, mis ojos estaban desbordados por lágrimas. Las enfermeras me interrogaban sobre el motivo de aquel llanto.
            ¿Cómo explicarles que yo había regresado de un lugar y condición de paz perfecta donde la ausencia de aflicción era absoluta? ¿Cómo decirles que mi alma anhelaba el retorno a aquellos dulces parajes?  No era fácil narrar que sobre aquella mesa de trabajo Dios me había mostrado que un cuerpo impedido no es obstáculo para retozar por bellos campos con alfombras de terciopelo. Que la enfermedad puede hacer de nosotros su blanco pero no su presa, porque ante piernas imposibilitadas Él nos proporciona alas. Él sustituye la vasta sábana verde de un quirófano por campiñas del mismo color, pero de delicada textura.

Sí, querido diario, fue una experiencia que jamás olvidaré.
Siempre recordaré que la situación más extrema y la adversidad más profunda, pueden ser cofres que cobijan los más valiosos tesoros. (Del libro Mi Mayor Legado)

sábado, 18 de diciembre de 2010

MÁS DIFÍCIL QUE SOBRPONERSE AL FRACASO

Su mirada desprendía el fulgor de quien está persuadido de la verdad y siente urgencia por compartirla.
-         Hay algo más difícil que sobreponerse a los fracasos.
Entorné mis ojos en un gesto de sospecha. ¿Más duro que sobreponerse a un fracaso?, pensé, ¿para mí, a quien errar le sume en un pozo de desaliento?
-         Algo más difícil que sobreponerse al fracaso –insistió-, es sobreponerse al éxito.
Guardó silencio para que pudiera meditar en ello, o tal vez para brindarme la opción de replicar. Pero enseguida continuó:
-  El gran enemigo de tus triunfos de mañana, son tus triunfos de hoy. Está sobradamente demostrado que por cada cien personas que soportan la adversidad, sólo una tolera la prosperidad…. Y no me refiero únicamente a la económica. Las medallas, incluso las obtenidas legítimamente, pueden pesar tanto sobre el pecho que llegan a convertirse en un lastre. Los galones, incluso los alcanzados en justas conquistas, pueden abatir nuestros hombros clavándonos en el suelo –volvió a enfocarme con fijeza, mientras me decía-: Sobreponte a los fracasos, pero no dejes que los triunfos te venzan.

viernes, 17 de diciembre de 2010

CONVERSACIONES CON MI DIARIO (12) PALABRA DE NOBEL

Querido diario:
Anoche, en clase de literatura, la profesora nos llevó a reflexionar en la belleza de un texto, y con tal deleite lo presentó, que la joya logró deslumbrarnos. 
Quiero hacerte partícipe de este tesoro. Se trata sólo de un brindis... pero resulta conmovedor: 

Una pequeña historia antes del brindis
(Mario Vargas Llosa) 

Soy un contador de historias y, por tanto, antes de proponerles un brindis, voy a contarles una historia.
Érase una vez un niño que a los cinco años aprendió a leer. Eso le cambió la vida. Gracias a los libros de aventuras que leía, descubrió una manera de escapar de la pobre casa, del pobre país y de la pobre realidad en que vivía, y de trasladarse a lugares maravillosos, espléndidos, con seres bellísimos y cosas sorprendentes donde cada día, cada noche, significaba una manera más intensa, aventurera y novedosa de gozar.
Gozaba tanto leyendo historias que, un día, este niño, ya un joven, se dedicó también a inventarlas y escribirlas. Lo hacía con dificultad pero, al mismo tiempo, con felicidad y gozando cuando escribía tanto como cuando leía.
Sin embargo, el personaje de mi historia era muy consciente de que una cosa era el mundo de la realidad y otra, muy distinta, el mundo del sueño y la literatura y que este último solo existía cuando él leía y escribía. El resto del tiempo, se eclipsaba.
Hasta que en un amanecer neoyorquino el protagonista de mi cuento recibió una sorpresiva llamada en la que un señor de apellido impronunciable le anunció que había recibido un premio y que tendría que ir a recibirlo a una ciudad llamada Estocolmo, capital de un país llamado Suecia (o algo así).
Mi personaje comenzó entonces, maravillado, a vivir, en la vida real, una de esas experiencias que, hasta entonces, solo existían para él en el dominio ideal e irreal de la literatura. Todavía sigue allí, desconcertado, sin saber si sueña o está despierto, si aquello que vive lo vive de verdad o de mentira, si esto que le pasa es la vida o es la literatura, porque los límites entre ambas parecen haberse eclipsado por completo.
Queridos amigos, ahora ya puedo proponerles el brindis prometido. Brindemos por Suecia, ese curioso país que parece haber conseguido, para ciertos privilegiados, el milagro de que la vida sea literatura y la literatura vida.
¡Salud y muchas gracias!
Brindis del Nobel Vargas Llosa para la recepción posterior a la ceremonia. (Fuente, Diario EL PAÍS)

jueves, 16 de diciembre de 2010

DIÁLOGO

-         ¿Sabes, hijo? Cuando yo era niño pasaba horas escuchando a mi padre… ¡Cómo recuerdo la sabiduría que se desprendía de sus palabras! Oyéndole, me sentía crecer. Desempolvaba los archivos de su memoria para transmitirme hermosas reflexiones y lecciones muy valiosas. –el venerable abuelo hizo una pausa, creo que movido por la nostalgia, y luego concluyó-: ¡Que lástima que hoy los viejos no seamos tan sabios para que podáis aprender escuchándonos!
El joven tomó entre las suyas las manos del anciano y mirándole a los ojos le dijo:
-         No te confundas, papá. Si no dedicamos tiempo a escucharos no es porque vosotros seáis menos sabios, sino porque nosotros somos bastante más necios.
El padre esbozó una sonrisa que chorreaba puro amor, y besó la mejilla de su hijo, justo antes de abrazarlo.



“Los ancianos tienen sabiduría;
la edad les ha dado entendimiento.”
Job 12:12 (DHH)

domingo, 12 de diciembre de 2010

CONVERSACIONES CON MI DIARIO (11) FE

Querido diario:

Seré, hoy, breve y muy concreto; el día ha sido intenso y me noto cansado, pero no quiero retirarme a dormír sin posar mi gratitud sobre tus páginas virtuales.
Fueron varias las reuniones que hoy mantuve, muchas las palabras que intercambié y multitud las frases que llegaron a mis oídos; pero si tuviera que elegir una de entre todas, me quedo, sin dudarlo ni un instante, con la preciosa sentencia que encontre en mi buzón electrónico, al encender el ordenador esta mañana:
"fe es sentir el calor del hogar mientras estamos cortando la leña para la el fuego".
Me impactó por el sentido que encierra; me ayudó por la verdad que representa y me restauró porque era justo lo que necesitaba recordar.
Gracias, Samuel, por depositar tan delicioso maná sobre la arena de mi desierto.
Sentía frío al levantarme, pero me has ayudado a resucitar la fé y a disfrutar, con ello, del fuego del hogar.
¿Verdad, querido diario, que es un privilegio tener amigos que nos visitan en los valles?

sábado, 11 de diciembre de 2010

DEJA QUE TU VALOR LO DETERMINE UN EXPERTO

Aquel hombre entró, muy afligido, en la habitación del sabio.
-         Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo: “Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…” Y, haciendo una pausa, agregó: “Si quieres ayudarme tú a mi, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar”.
-         E… encantado, maestro –titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-         Bien –continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió-: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.
Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaban con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
-         Maestro –dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata. Pero no creo que yo pueda engañar a nadie con respecto al verdadero valor del anillo.
-         Eso que has dicho es importante, joven amigo –contestó sonriente el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-         Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
-         ¿Cincuenta y ocho monedas de oro? –exclamó el joven.
-         Sí –replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-         Siéntate –dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Del libro "LUNES CON MI VIEJO PASTOR"
Editorial: GRUPO NELSON
Autor: José Luis Navajo
Publicación: Marzo 2011

jueves, 9 de diciembre de 2010

EL BAMBÚ CHINO

Quiero dejaros un pequeño presente que es sencillo y de poco valor, pero va envuelto en todo mi cariño. Me refiero a la reflexión que viene encerrada en una pequeña semilla: la del bambú de la China.  
Su flor es muy preciada por los asiáticos ya que es  símbolo del crecimiento, y para nosotros debería ser ejemplo de confianza y esperanza, ya que el procedimiento es como sigue: después de sembrada la semilla se riega y se cuida durante un año y no aparece nada; ninguna señal de vida.
Se riega y cuida durante otros doce meses, pero aún no hay resultado. Exactamente igual ocurre en el año tercero, y también en el cuarto y en el principio del quinto.
Pero transcurrido ese periodo una brizna de esperanza rasga la tierra y se inicia entonces un crecimiento prodigioso. En seis semanas el árbol alcanzará una altura de treinta metros.
Pero, si bien el crecimiento es una enorme lección, no es la única que esa planta nos enseña: también está su solidez. El tallo del bambú, una vez seco, es tan resistente que se utiliza para construir puentes y viviendas.
Durante cinco años sólo hubo trabajo, cuidados y espera. Nada se vio. Pero que no se viera nada no significaba que nada estuviera ocurriendo.
En una esfera alejada de la vista algo impresionante se fraguaba: una compleja estructura de raíces se estaba formando. Sólo así sería capaz de sostener el crecimiento extraordinario que tendría lugar al quinto año.
Disculpa mi atrevimiento al transmitirte la siguiente reflexión: varías veces te oí decir que el invierno se te antoja largo y muy dura la ausencia de fruto.
Escúchame hoy: la vida a veces se comporta como el árbol de bambú. Se requiere una espera activa –con frecuencia larga-, regando y abonando, para recoger, al fin, el fruto. Es cierto que pocas cosas son tan difíciles como la espera, pero no es menos cierto que aguardar el tiempo de Dios siempre vale la pena.
Sigue regando la semilla de tus sueños y proyectos. Empápalos con el agua de la esperanza y no dejes de abonarlos con la fértil confianza. Ésta es el antídoto de la ansiedad.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

CONVERSACIONES CON MI DIARIO (10)

Querido diario:

Hoy te necesito como cómplice de una importante misión: escuché que los rincones más abrasadores del infierno están reservados para aquellos que, ante una situación crítica, conservaron su neutralidad.
Debo posicionarme y estoy convencido de que tú me ayudarás:
Como respuesta al trailer del libro NO BAILES CON LA MUERTE http://www.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Fwww.youtube.com%2Fwatch%3Fv%3D2mPBykjTf9M&h=98ece

alguien me hizo llegar una carta cuyo texto me impactó. Cada línea era un disparo, pero la que me alcanzó el corazón fue saber que el remitente murió a poco de escribirla.
Necesito ser su eco... necesito usar tus páginas para levantar por él la voz.
Grítalo, querido diario... grita por este joven  y por muchos más que ya no pueden hacerlo. Albergo la esperanza de que tu mensaje de vida llegará lejos, ahogando el mortífero susurro de esa brutal enemiga: LA DROGA.

CARTA DE UN HIJO ARREPENTIDO
Lo siento mucho papá, creo que esta es la última vez que me podré dirigir a ti... En serio, lo siento mucho.
Es tiempo de que sepas la verdad; voy a ser breve y claro. La droga me mató papá. Conocí a mis asesinos a los 15 años, es horrible, ¿no es cierto?
¿Sabes cómo ocurrió? A través de un ciudadano elegantemente vestido y que se expresaba muy bien.
El nos presentó a nuestro asesino: LA DROGA.
Intenté rechazarla, de verdad que lo intenté, pero este señor se metió con mi dignidad, diciéndome “que yo no era hombre”.
No es necesario que dijera nada más, ¿verdad?
Ingresé al mundo de las drogas; no hacía nada sin que ella estuviera presente
¿Sabes papá?, cuando uno comienza, encuentra todo ridículo y muy divertido, incluso a Dios lo encuentra ridículo.

Hoy en este hospital reconozco que Dios es lo más importante de este mundo, sé que sin su ayuda no estaría escribiendo esta carta.
Papá, no vas a creerlo, pero la vida de un drogadicto es terrible y todos los jóvenes deben saberlo para no entrar en eso. Yo no puedo dar ni tres pasos sin cansarme.
Los médicos dicen que me voy a curar, pero cuando salen del cuarto mueven la cabeza.
Papá, solo tengo 19 años y sé que no tengo la menor oportunidad de vivir, es muy tarde para mí, pero tengo un último pedido que hacerte.
A todos los jóvenes que conoces muéstrales esta carta. Diles que en cada puerta de colegios, en cada aula, en cada facultad, en cualquier lugar, hay siempre un hombre elegantemente vestido que se expresa  correctamente, que va a mostrarles a su futuro asesino: el que destruirá sus vidas.
Por favor, haz esto papá, antes de que sea demasiado tarde para ellos también.
Perdóname papá, sufrí demasiado. Perdóname por hacerte sufrir también con mis locuras.
Adiós querido papá… Si te sientes sólo busca a Dios.

martes, 7 de diciembre de 2010

CONSUELO AUTÉNTICO

Su ser querido ha marchado; no por un breve tiempo, ni tampoco por una larga temporada.
Se ha ido para siempre.
Los golpes más duros de la vida deberían ser anunciados…  una misiva, una llamada, un mensaje… Algo que nos alerte de lo que viene, pues el alma precisa de tiempo para adoptar una posición defensiva y encajar el impacto. 
Pero casi siempre llegan de forma repentina, como se cierra el día en las llanuras arenosas del desierto, pero sin la oportunidad de ver que la esfera dorada se aproxima lentamente a la línea del horizonte.
Ayer pasearon juntos, los dedos de ella entrelazados con los suyos. Mientras observaban como los niños arrojaban pan al estanque de los patos ella reposó la cabeza sobre su hombro.
Esta mañana esa cabeza yacía inerte sobre la almohada. 
Su mano estaba fría, y sus finos y delicados dedos aparecían muy rígidos.
En las últimas horas decenas de voces han aproximado a sus oídos mensajes de condolencia, palabras de comprensión y cariño,  pero su mente se ha negado a registrar ninguna de ellas. 
El último mensaje de su amada resuena con tal fuerza en la bóveda de su mente que la llena por completo, y no puede, ni tampoco quiere, ninguna otra voz que pueda apagar aquella.
A sus ojos han llegado múltiples escenas y gestos de solidaria amistad, pero su retina conserva celosamente la imagen del ser ausente y no precisa, ni admite tampoco, otra figura que desvanezca aquella.
Fue, por fin, a la caída de la tarde, cuando una mano amiga tomó la suya y presionó sus dedos un  poco; sólo un poco, pero su cerebro aceptó, registró y agradeció el gesto de cercanía… Fue un mensaje tan silencioso, pero a la vez tan elocuente. 
Lo aceptó con verdadera gratitud, porque su mente estaba sellada y no admitía más mensajes. Su vista estaba tatuada, y no precisaba de imágenes.
Pero su mano estaba vacía… completamente vacía, y necesitaba el calor de otra mano amiga.
Sobre sus hombros desamparados se ha posado un brazo, leve pero perseverante, sin prisa.
Ninguna palabra.
Nada de frases elaboradas. Sólo un brazo que se posa cubriendo el frío que dejó la ausencia de esa cabeza que ayer reposaba allí. Un calor reconfortante que atraviesa los tejidos y cubre el alma helada con un manto de consuelo. 
Del libro MI MAYOR LEGADO (José Luis Navajo)

lunes, 6 de diciembre de 2010

CONVERSACIONES CON MI DIARIO (9) EL MEDIDOR DE FELICIDAD

Querido diario:
Hoy ocurrió algo especial: Querit, tenía que escribir un relato navideño con el objetivo de presentarlo a sus alumnos de educación infantil. Sabiendo que a mí me encanta eso de inventar historias, pues me pidió que le echara una mano... como te puedes imaginar acepté de inmediato y encantado.
Se inicio entonces un proceso delicioso: ella sugería una frase y yo la unía a otra oración; ponía ella una idea y yo arrimaba una impresión... Lo que salió creo que es legible y lo quiero compartir. Es, probablemente, el cuento navideño menos elaborado que exista, pero ¡¡¡a mí me encanta!!!
Había una vez, un niño que se llamaba Ángel, y realmente lo era. Siempre se portaba bien. Sus papás estaban orgullosos y sus profes contentísimos. Diez  en conducta, muy bien en actitud, en fin… todo un Ángel.
Su época favorita era la Navidad, y esto por muchas cosas: decorar el árbol, montar el belén, comer muchos turrones, pero sobre todo, sobre todo... ¡la carta a los Reyes Magos!
Cada año, puntualmente, se encerraba en su habitación, buscaba la hoja más bonita, su boli preferido, se rascaba un poquito la cabeza y… ¡¡a escribir!!: Un coche teledirigido, una bici de color azul, un disfraz de Spiderman, 5 libros de cuentos, el DVD de los Lunnys… ¡¡Qué rabia, se acabó la hoja!! Pensativo, volvía a rascarse la cabeza: he sido tan bueno, que me lo traerán todo.
Es 6 de Enero; Ángel no ha podido dormir por culpa de la emoción, pero tampoco se atrevió a abrir los ojos, por si los Reyes Magos  le descubrían, así que pasó la noche despierto, pero con los ojitos muy apretados…
¡¡Ángel, ya han venido los Reyes!! –le llama su mamá.
¡¡Por fin!! -grita saltando de la cama-. Ni las zapatillas se pone; corre descalzo al salón, pero… ¿¿dónde está la bici?? ¡¡Y el coche tampoco está!! Mira bajo el sillón por si estuviera allí el Dvd, pero nada, que bonito el traje de Spiderman, grita Ángel, y se lo pone sin quitarse siquiera el pijama, y el libro de cuentos… ¡¡Que Guay!!, solo es uno, pero bien gordito. Se toma el vaso de leche y baja corriendo a la calle… ¡¡Uy!! Su amigo Pepe casi le atropella con la bici azul, y Nacho choca su coche teledirigido contra él.
-         Qué bonito - dice Ángel.
-         Pues si ves todo lo que tengo en casa…-responde Nacho-. ¿A ti que te han traído?
Pero Ángel no contesta, prefiere subirse a casa con su libro bajo el brazo.
-         ¿Qué te pasa Ángel? -le pregunta su mamá.
-         Pues que soy bueno todo el año, y los reyes solo me han traído dos cosas de las que he pedido; justo las más pequeñitas, y a Nacho que tira piedras al gato, le han llenado la habitación  de juguetes.
Se va a su habitación un poco triste y se tumba en la cama a leer el libro. ¡¡Uy!! Que ha sido ese ruido?
Toc, toc, alguien toca en la ventana, Toc, toc, toc…
¿¿Quién será??, abre la ventana extrañado y… ¡¡¡Melchor, Gaspar Y Baltasar!!!
-         Hola Ángel, ¿Qué tal amigo? -dice el de la barba blanca.
-         ¿Te gustaron los regalos? -pregunta, risueño, el negrito.
-         Chico, te pareces a Spiderman -replica Gaspar rascándose la barba amarilla.
-         Eh… Si, mucho…
-         Uy, uy, uy… -Baltasar se agacha y le mira muy cerquita-, estoy viendo en tus ojos que no estás del todo contento…
-         Es que… Pepe tiene una bici azul, y Nacho un coche teledirigido… eso lo pedí yo!! ¿No os habréis equivocado?
-         A ver, siéntate aquí y mira esto -todos se sientan en la cama.
-          Qué aparato más raro -dice Ángel.
-         Esto es el medidor de la Felicidad. A ver pulsa el botón verde…
-         ¡¡Cáspita!! Nunca ví que subiera tanto el nivel -dice asombrado Baltasar-. Chico, esta es la habitación de la felicidad.
Melchor le toma de la mano, y le dice:
-  Vamos todos a un viaje,
- Pero… ¿¿Dónde estoy?? -dice Ángel extrañado.
-         ¿Nunca estuviste en la habitación  de Pepe? -pregunta Gaspar.
-         No, pero como mola, está llena de juguetes.
-         Si, -replica Melchor- pero, ¿estará llena de felicidad?
Pulsa el botón y… ¡¡Cáspita!! Pero si no se ha movido… ¡¡nunca vi un nivel tan bajo!!
-         Sigamos el viaje…
-         ¿Y ahora adonde me habéis traído?
-         A casa de Nacho -responde Gaspar.
-         Jo, toda la colección de Lunnis.
-         Si, pero… ¿Miramos el nivel de felicidad?
Ángel pulsó el botón y, de nuevo, no se movió.
- ¡¡Cáspita!!  -exclama Melchor-. Aquí hay muchos juguetes, pero, ¿dónde se ha metido la felicidad?
Ángel ya estaba listo para que los tres magos de oriente le explicaran la lección:
-         Ángel –comienza Melchor-, hoy has aprendido una gran lección: tu nivel de felicidad es muy alto, ya que tienes unos padres que te quieren mucho, juegan contigo, te demuestran que eres muy importante para ellos… En el colegio tus compañeros se portan muy bien contigo, te quieren, no te insultan… Conoces a tus abuelos y ellos te dan muchos abrazos, muchos besos, mucho cariño…
-         Nacho y Pepe –continúa Gaspar- no tienen nada de eso, por eso necesitan muchos juguetes para intentar ser felices.
-         Eres muy afortunado –concluye Baltasar-, tienes que saber que lo más importante no es la cantidad de juguetes que tengas, sino lo feliz que seas... y tú lo eres mucho.
-         Regresemos a tu casa –pide Ángel-. Estoy deseando volver a mi habitación.
 Nada más llegar Ángel descubrió que tenía pocos juguetes, pero su habitación estaba llena. Mucho más que la de Pepe o la de Nacho… ¡¡Estaba llena de felicidad!!
Desde entonces no envidió lo que tenían sus amigos, sino que decidió compartir con ellos su felicidad.
¿Qué te ha parecido, querido diario?